Tengo la dicha inconmensurable de tener bis abuela, así como lo leen bis abuela. Pocos pensamientos le dedique al hecho de tenerla como también pocos serán los casos en donde esto sucede. Poder ver frente a mis ojos tres generaciones de mujeres que si no fueran por ellas no me hallaría aquí rozagante, vivida, exultante, me llena de orgullo.
De la parte materna y ambas ramas (abuela y abuelo), son la mayoría blancos, rubios y de ojos claros. Cuando nos encontramos en una mesa familiar de esas gigantes típicamente santiagueñas, me surge la duda y me pregunto donde se encuentra esa eugenesia en mí, ya que no presento ni un signo físico que me iguale a ellos, de chica solía pensar que era adoptada, ridículo si, pero a quien no se nos ocurrió en algún momento, no fui la excepción.
Pero la verdad es otra, todos mis rasgos físicos y en contrariedad a mi voluntad me las dejo genéticamente la parte paterna y muchas veces odio esa realidad. Soy la única morochita de la familia a poco orgullo, no por tener principios racistas, nada más alejado (No a la discriminación) es por la carga genética de mi padre que me adolece llevarla.
Necesito multiplicar los rasgos distintivos que me acercan a ellas, buscar algo en sus personalidades para sentir que pertenezco ahí a esa mesa dominical.
Siento que me sobra piel, ojos, y boca. Pero en algún lugar insólito ciertamente estará marcada la carta que jugaron contra mí. Y ahí en ese lugar tramposo, buscare la respuesta.

Cuatro generaciones de mujeres que vivieron innumerables e infinitas experiencias, mucho más ellas que yo seguramente. Y a pesar de mis pensares e ideas baratas de autarquía familiar pertenezco ahí, y solo ahí. Y en cualquier oportunidad seremos cinco si Dios así lo dispone y yo presiento que así será.

La foto graciosa como va el degrade de los cabellos, oscuro, castaño, rubio y finalmente blanco. Es la única foto que tengo donde salimos las 4 generaciones.