La tristeza puede ser generada por mil motivos en nuestro mundo,
pero la más dolorosa sin dudas es la ausencia de un ser amado. Los que parten
para siempre te perforan la existencia. Entre las variadas y penosas formas de
irse hay una particular, y la que me dio la experiencia, y es aquella de los
que se van luego de años de enfermedad.
En la parte final de la enfermedad, esa donde el médico con voz
casi imperceptible y cara vacía e inocua te tira frases tipo “queda poco
tiempo” “esto no mejora”, esta es la presentación oficial de la vigilia del
cruel adiós, son las que resuenan como eco durante días o meses, irte a dormir
esa noche del diagnóstico es como acostarse sobre mil cuchillos que te
destrozan y te desgarran el cuerpo y el alma. A partir de ahí todo es más
atesorable.
Uno de los míos es el de un mediodía de octubre que regresaba del
trabajo con el típico calor santiagueño cuando sonó el teléfono celular, era mi
mami con su saludo diario, - Como estas mi amor, mi reina, mi princesa, que
hace mi vida? Me dijo, y en ese instante mi corazón comenzó a bombear a mil, me
dolía el estómago, me sentía quemar por dentro y se me anudaba la garganta
mientras le conté rápidamente lo que fue mi día para cortar e inmediatamente
llorar desconsoladamente. La tristeza me inundaba, me embistió como tsunami de
un mar muy profundo, como podría hacer para retener en mi memoria su voz? Como
perpetuar su saludo diario?, hice un ejercicio automático de ese momento, como
haríamos para poner guardar en Word y aún hoy cuando escribo esto puedo
escuchar su dulce voz mimándome, - como estas mi amor, mi reina, mi princesa,
que hace mi vida?.
El otro, por su parte, fue el de Gonza, fue un beso baboso
profundo en el aeropuerto. Habíamos llegado tarde a despedirlo en su ida a
Buenos Aires, pudimos detenerlo y sacarlos de la fila de subida al avión (esas
posibilidades mágicas). Fue el mejor beso baboso de mi vida y por supuesto
presione guardar en mi documento de momentos infinitos.
Los instantes que se atesoran
siempre son aquellos que no se pueden comprar y que trillado suena pero tan
verdadero, tanto que me guarde una dulce voz y un beso baboso en la bitácora de
mis recuerdos, y todavía años después suenan en mí.